México, 1 ago (EFE).- Con 46.688 decesos confirmados, México ya es el tercer país del mundo con más muertos por la pandemia del nuevo coronavirus, que avanza sin que las autoridades conozcan el abasto real de la enfermedad y con un presidente que se niega a usar el cubrebocas en público.
Según la Universidad Johns Hopkins, México desbancó al Reino Unido (46.278) del deshonroso tercer puesto en el ranking mundial de defunciones, si bien es cierto que con 130 millones de mexicanos tiene casi el doble de población que el país europeo.
Sea como sea, México, el décimo país más poblado del mundo, ya solo se sitúa por detrás de Estados Unidos (153.642) y de Brasil (92.475) en fallecidos, y ocupa el sexto puesto en contagios confirmados, con 424.637 enfermos.
«Estos datos son producto de una falta de capacidad de responder a la situación que se ha ido deteriorando a pesar de lo que se ha aprendido de otros países», contó este sábado a Efe el doctor Malaquías López, profesor de Salud Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
EL SUBREGISTRO OCULTO
Los registros oficiales han sido cuestionados desde la detección del primer caso el 27 de febrero dado que las autoridades sanitarias rechazaron realizar pruebas masivas y México es uno de los países de la OCDE que menos test aplica.
El subsecretario de Salud Hugo López-Gatell, diseñador de la estrategia contra la pandemia, no se esconde de ello y ha admitido que hay un subregistro porque es «imposible» medir los datos exactos de una epidemia.
Por eso, diseñó una estrategia que se centra en preparar los hospitales para atender a los casos más graves renunciando a conocer la magnitud real de la enfermedad.
«El error más importante es la falta de búsqueda de los que tuvieron contacto con personas enfermas. En lugar de mandarlos a casa, hay que rastrearlos y hacer pruebas», opinó el doctor Malaquías.
Las autoridades estiman que el número real de contagios podría ser de 466.948 (42.311 más de los reportados) y el de fallecidos de 48.615 (1.927 más de los reportados).
Pero investigaciones periodísticas basadas en certificados de defunción apuntan mucho más arriba y calculan que en la capital el número de decesos es tres veces mayor al detectado.
Un estudio del Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades (Cenaprece) arroja más datos sobre este subregistro.
Entre marzo y junio hubo en México un 54,5 % más muertos que la media de años anteriores. El exceso de mortalidad este año es de al menos 71.315 personas, una cifra mucho mayor a los decesos registrados.
«Es muy difícil hacer políticas que sean efectivas sin la información suficiente y confiable. Es como pegar palos a una piñata con los ojos vendados», ilustró López.
NI RASTRO DEL PICO
A pesar de que el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, suele decir que la pandemia está «domada», los datos volvieron a desmentir sus palabras este viernes, cuando el país registró un nuevo récord de contagios diarios, con 8.458 casos nuevos.
López-Gatell, mucho más comedido que el presidente, también falló en su pronóstico de que el pico máximo de contagios se alcanzaría a principios de mayo, si bien es cierto que siempre ha sostenido que la epidemia se alargaría hasta octubre.
Según su estrategia de «mitigación», basada en el cierre de negocios no esenciales y un confinamiento voluntario para no perjudicar a los millones de pobres que viven al día, se iba a tener una epidemia más larga pero menos intensa que en otros países.
El objetivo era evitar la saturación de los hospitales, que actualmente tienen ocupadas el 46 % de las camas de terapia general y el 38 % de las camas con respiración asistida, algo que el subsecretario exhibe como un éxito.
Pero lo cierto es que el país inició en junio un polémico plan gradual de reapertura sin que la curva de contagios cediera, por lo que se ha agravado la situación en algunos lugares.
La Ciudad de México, foco rojo de la pandemia con 8.920 fallecidos registrados y donde parecía que la situación se había estabilizado, lleva diez días con aumentos de la ocupación hospitalaria y su alcaldesa, Claudia Sheinbaum, ya ha advertido que la capital está en «alerta».
Además, pese a la reapertura no se pudo frenar el golpe del coronavirus a la economía mexicana, que sufrió en el segundo trimestre una caída nunca vista del 18,9 %, destruyó un millón de empleos y arrastró a millones de mexicanos a la pobreza.
«Hubo dos meses de cierre pero no se evitó la pérdida de empleos, no se logró detener la curva y el Gobierno atribuye la alta mortalidad a comorbilidades como la obesidad», dijo a Efe la epidemióloga Carolina Gómez.
EL PRESIDENTE SIN CUBREBOCAS
Ya no hay ningún estado del país que no obligue o recomiende llevar cubrebocas en la calle o en espacios cerrados.
Incluso López-Gatell, quien al principio de la pandemia temía que la población relajara el distanciamiento social por una falsa sensación de protección de la mascarilla, ya recomienda su uso para frenar la emisión de partículas.
Pero si hay alguien que se resiste activamente a usarlo es López Obrador, de 66 años, quien solo se le ha visto con cubrebocas en viajes en avión, donde está obligado a llevarlo.
«Me voy a poner un tapaboca. ¿Saben cuándo? Cuando ya no haya corrupción», dijo este viernes el mandatario en respuesta a las críticas de la oposición por no llevarlo.
Aunque el nobel mexicano de Química Mario Molina haya defendido el uso del cubrebocas, para López Obrador su efecto no está «científicamente comprobado».
A Carolina Gómez no le cabe la menor duda de que «la única manera de detener el virus es con la sana distancia, la higiene personal y el uso del cubrebocas».
«Hay mucha gente que irreflexivamente cree que si el presidente no da ejemplo, ellos no lo van a usar», lamentó Malaquías López. Mientras tanto, cada 14 segundos, hay un nuevo contagio en México.
Foto e información: Agencia EFE