La nueva normalidad y sus repercusiones en la salud mental

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  • “Dentro de los cambios más profundos en esta ‘nueva normalidad’, incluso se han sumado otros ajenos a lo individual”, afirmó la profesora investigadora del Área Académica de Psicología, Rebeca Guzmán Saldaña

“La nueva normalidad es algo a lo que poco a poco tendremos que irnos habituando, sin embargo, esta situación está acarreando problemas psicológicos en algunas personas debido a que se trata de un estado completamente diferente a lo que habitualmente llevábamos a cabo”, aseguró en entrevista Rebeca Guzmán Saldaña, jefa del Área Académica de Psicología en el Instituto de Ciencias de la Salud (ICSa) de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH).

Al estar acostumbrados a vivir en una determinada zona de confort con cierta estabilidad y seguridad, las cuales se han ido perdiendo poco a poco. La nueva normalidad se presenta como tal y exige evitar el contacto físico en la medida de lo posible, los saludos de mano, los besos y los abrazos, es decir, todas estas formas de mostrar afecto que además son características de la cultura mexicana, lo que al dejarse de hacer provoca un daño a la salud mental.

Se añaden también altos niveles de ansiedad y estrés crónico, que conllevan a situaciones graves para el organismo, pues de acuerdo a la especialista, estas son algunas de las repercusiones que habrá en la salud mental a causa del regreso a la llamada “nueva normalidad”.

Sin lugar a dudas, el aislamiento social causará rezagos en cuanto a las maneras de relacionarse, comunicarse y socializar a futuro: “como consecuencia de estos meses de confinamiento, las personas hemos tenido que aprender a vivir evitando el contacto con familiares, amigos y compañeros, lo que ha traído consigo un cambio importante en el comportamiento y la forma de relacionarnos con las demás personas”, afirmó la especialista.

Otro cambio está implicado en la manera en la que las personas consumen información a partir de esta nueva situación, particularmente en los contextos llamados “interacción virtual”. Sobre este tema, la experta declaró lo siguiente: “por un lado es favorable porque podemos interactuar con nuestros seres queridos a través de la virtualidad tomando en cuenta el distanciamiento social, pero por otro, al estar más cercanos a los medios de comunicación, se está más expuesto a lo que en psicología llamamos teorías conspirativas, en donde ya no cabe el objetivo de cuidar nuestra salud, pues tiene otras connotaciones de tipo político”. 

En este sentido, también es necesario cuidar esta última parte, en cuanto a la forma en la que las personas se relacionan e interactúan con y a través de los medios de información, pues de no ser así se forma un círculo vicioso del que si no se percata de ello y no se hace algo al respecto, las consecuencias negativas en esta nueva normalidad incrementarán.

Esta pandemia ha dejado muy en claro la necesidad de tener presente y cuidar de la salud mental y emocional. Para esto, la doctora Rebeca Guzmán brindó algunas recomendaciones: “si notamos que nuestra salud mental se está viendo afectada en términos de algunas señales de alarma tal como un estado constante de ansiedad y estrés, una sensación de ahogo o necesidad de llorar que incluso pueden llegar a provocar cambios físicos que se reflejan en la parte de sueño —insomnio—, es necesario darle atención, pues son signos claros de que algo no está bien en nosotros como adultos”.

No obstante, esto también puede presentarse en niños y niñas: enuresis nocturna (o micción involuntaria) en infantes que ya habían aprendido a controlar sus esfínteres, falta de apetito, dolores de estómago o cabeza, entre otros, pueden ser indicativos de que algún problema psicológico o emocional se está manifestando y que tiene que ver con síntomas de ansiedad a consecuencia del cambio de rutinas, falta de interacción con niñas y niños de su edad, y demás.

Otra de las sugerencias proporcionadas por la especialista fue tratar de descentrar el foco de atención en cuestiones asociadas a la pandemia, mediante la búsqueda de alternativas de conversación o actividad, como una estrategia de afrontamiento evitativa centrada en emociones con efectos positivos.

Identificar las señales de alarma (ansiedad, nerviosismo constante, tensión sostenida, sensación de que viene un peligro inminente, preocupación excesiva, dificultad para interesarse por asuntos relevantes, aumento del ritmo cardiaco, respiración acelerada), así como aquellos pensamientos o ideas que están causando malestares físicos o mentales, es parte del proceso al que se le debe dar seguimiento y control.

Para ello, es necesario aceptarlos, recuperar la calma y observar lo que pasa con estas emociones; retomando el hecho de que si todo esto está fuera del control de la persona, existen medidas alternativas que pueden beneficiar a la misma, como acudir con un especialista.